Empieza nuevamente el secreto cruzado,
la magia de un sediento y tóxico beso,
que se revela en un estallido persistente
de mil relámpagos en un solo cielo, nuestro cielo.
Siguen naciendo universos inmovibles,
la galaxia candente de tus ojos y mis ojos,
que sigilosamente se vuelve en el éxtasis
de la impureza revelada del alma, nuestras almas.
Luego nos mata la delicia del caos palpitante,
la desgracia de caricias repetidas,
que anestesian las esquinas clandestinas
de la embriaguez fresca del cuerpo, nuestros cuerpos.
Así vuelve la necedad desquiciada de la noche,
la latente sed que ilusamente tenemos,
que sacia y simplifica los vacíos oscuros
de las mordidas que arden en la soledad, nuestra soledad.
Sí, la latente sed que ilusamente tenemos,
que no avivará futuros ya muertos,
pues mi helante corazón perpetua en un eterno infierno
de mil demonios encadenados en un único entierro, mi entierro.



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