Te regalo las mariposas y mi entereza;
prometo, cuando todos celebren sonriendo,
no llorar;
sé que me golpeará tu ausencia,
pero he ensayado
un doble nudo en mi garganta
y para todos sonreiré.
Te regalo mi voluntad;
sabes que me fallarán las fuerzas
y no encontraré, lejos de ti,
una razón para levantarme,
pero prometo hacer
-con todo cuanto se quebró dentro de mí-,
un par de muletas para sostenerme
y me verás en pie.
Te regalo mi silencio;
llevo días convenciendo a mis excusas
para no llamarte,
ya encerré mis motivos
y amordacé a mis argumentos
con los retazos que quedaron
de algunas promesas rotas
que guardó crédula mi desgastada fe
y esta vez tu nombre no escuchará mi voz.
Te regalo mi cordura;
hoy para ti me vestiré de realidad,
ya no te pediré como deseo
y al cerrar los ojos
haré de cuenta que no sigues ahí.
Te regalo mi fe;
he plantado evidencias
de «justa causa»
para decirle a la esperanza
que desde hoy está despedida.
Te regalo mi prudencia;
juro no volver a hablar de ti
con las estrellas
y le he prohibido a mi insomnio
que te traiga de madrugada.
Te regalo mi ausencia;
sellaré con sumo cuidado
cada rendija
por donde mi recuerdo pueda colarse
a perturbar tu indiferencia.
Te regalo mi esfuerzo;
prometo trabajar muy duro
construyendo para ti mi olvido,
con la misma dedicación y entrega
con la cual alguna vez, te construí un amor.
Y solo porque sé que te gustaban,
te regalo mariposas.



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