Es momento de calma y perpetuidad.
La madurez se ríe tras de mí, al final me alcanzó.
Me ha hecho traspasar, sortear y esquivar
las miradas de zorra,
los graznidos de urraca.
No oculto que me hundí,
que me llené de lodo, de alquitrán y de mierda.
Los sollozos inconsolables me obligaron a hibernar.
Esperé al amanecer y el florecer del legado de mis congéneres
mientras me rompía,
Pero la felicidad es un escultor que me ha parido de nuevo.
Ahora estoy jodidamente viva.



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