- Inventa a un amigo imaginario. Si tuviste uno en algún
momento de tu vida, recuérdalo. Si todavía lo tienes, te
felicito: eres de los nuestros. - Invítalo a leer el siguiente poema. Es muy sencillo:
solamente apaga tus pensamientos y deja que los
suyos fluyan de manera natural.
Quiero imaginarte, persona
inexistente. Mi cabeza
me dibuja el retrato de una
dama dotada de belleza.
O espera… ¿No es más bien un hombre
el que se presenta en mi mente?
¿O qué veo? Veo la mesa
larga sobre la que descansa
esta computadora que uso
para escribir mi bello verso…
[¿Qué? ¿De qué estoy hablando?]
Veo aquella torre de libros
llenos de rico contenido
de páginas vacías. Sabio
quien lee textos como aquellos.
[¿No trataba de imaginarme a tu amigo imaginario?]
Veo las fibras microscópicas del tiempo volar
como cometas
a la lentísima velocidad de la existencia agonizante,
y su magnificencia me obliga
a hacer estos versos descender
en
el sinsentido.
[¡Pero claro! Dejé que mi amigo imaginario escribiera este poema].



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