Hugo tiene seis años y mucha imaginación. Le gusta saltar la cuneta de su casa y sueña con ser aviador. De algo está muy seguro: a su hermana se la comió un dinosaurio. Cuarenta y tres soldaditos de barro totalmente secos tiene Hugo, y con ellos piensa emprender este viaje: convencer al dinosaurio de que no está bien comer personas.
El jueves por la mañana salió con seis de sus soldaditos y se metió al montecito. Seis se dedican a cubrir la zona, otros diez van a estar armados, cinco hacen trabajo de inteligencia y los restantes se rotan la guardia en la cuneta de su casa por si el dinosaurio quiere entrar en ella. A Mariana le gustaba tocar el violín y leer revistas. Hugo cree que se la haya llevado para armar una orquesta o para que le lea, aunque a decir verdad, los dinosaurios no saben leer.



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