A papá y mamá,
gracias por todo.
Me enseñaron la delicadeza como arma de defensa
y la ternura como fusil de ataque.
Por eso,
estoy abatida
agujereada por las balas
y sin ninguna baja en el bando contrario.
Era el blanco fácil
y la bandera blanca fusilada.
Era el vencido antes de tiempo
y el preso entregado.
Fui el prófugo muerto en el río
y el muerto sin nombre en la cuneta.
Porque me enseñaron bondad y empatía
y la única coraza era aquella tan poderosa como endeble,
la de la entrega amorosa y la felicidad sin condiciones.
Me enseñaron aquello por lo que uno muere
y no es capaz de matar.
Me enseñaron aquello que escasea
y que ante tanta sequía
hay que seguir plantando semillas.
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