Al tendedero he puesto
mis camisas mojadas,
para ver si secan pronto,
y volviéndolas a usar
vuelven también las ilusiones
de sus tiempos mozos.
Para ver si al sol
recuperan algo de su colorido,
y no se han despintado
con el cloro causante
de mis días grises.
Sales de mis ojos
abandonen estas prendas,
necesito vestirlas
no me sirven ahí colgadas.
Basta de tenerlas empapadas,
ya he rogado al viento
que se lleve aquellas lágrimas.
Pero pasan las semanas
y aun estando a treinta grados
siguen como remojadas.
Ojalá
y cuando las vista nuevamente
sienta
suaves telas sus caricias.
Y las ganas
de salir con ellas limpias,
sin miedo
a que se manchen
con mis penas.
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