Desde que ya no estás,
mi vida está en calma.
Y aunque sé que es lo mejor,
echo de menos tus tormentas.
Esas que creaban remolinos
en todas mis aguas
y me hacían sentir
que dejaba de estar
estancada…
Pero al final del día
siempre hundías
toda mi esperanza
al fondo del mar
con tus últimas palabras.
Y eso me hizo aprender
que no merece la pena
ahogarse por alguien
que solo miente y te hiere
aunque su belleza
se te haya atragantado.



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