El horizonte se alza infinito
ante unos ojos diminutos,
un portal de estrellas oscuras,
telón de acero de agujeros
negros y cicatrices fugaces,
el universo se alza tras él
con misteriosas nebulosas,
música del impasible tiempo,
relojes disueltos en polvo
de estrellas y bebidas de sales,
el sur, el este, el oeste y el norte,
perdidos en una inmensa pista
de baile donde se confunden
la alegría y la tristeza más puras,
es un todo, un cóctel sin pistas
para separarlas, junto al alba
de las gigantes y las enanas
caerá una canción tras otra ilusión,
sueños que seguirán sonando
con su esencia de creencias de nubes
de misticismo, universos de istmos,
vapores del Olimpo mezclados,
perfección mágica de una emoción
bajo el felpudo de este negro cielo,
en este planeta con propias reglas
veo unas llaves, la eternidad espera,
abro candados de dorada nave,
se abren las puertas de roble y canela,
entro a la luz de un eterno espejismo,
la medianoche aparece sin complejos.
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Poema extraído de mi libro Lunas de rojo neón (Ed. Tres Columnas, 2019).
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Este poema me gusta especialmente. Es una descripción muy poétuca, ¡bravo !
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muchas gracias 🙂
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