No tan solo era agua perdida entre rincones
ni siquiera silencios prendidos en un aire de olvido
apenas si unas gotas de rocío o de lluvia
marcada en los cristales de un pálido de invierno.
Sus caprichos murieron ya en otoño
y en sus manos, tendidas como un cuenco,
vino a traer al día el alimento de un alma incandescente
cubierta de pecados como bata de cola.
Apenas si llegaste a conocerme y aun así
no me ignoro por que no puedas verme;
tan solo te suspiro entre una suave lágrima
y alguna que otra nota desprendida de tu arpa
con mis dedos.
En el nacer se encuentran todas las gotas de lluvia que caben en una nube. En el morir solo el cauce de un río que bien puede estar seco como un barranco o bullir precipitado hacia un salto de agua al infinito. La vida tan solo es un caer desde la nube al río o arrojarse, tal vez, en tempestades.
He guardado silencios entre cajas vacías
por no ahuyentar las palabras con mis miedos
y dejarlas perdidas y sin nombre
tras abusar de ellas sin sentido
con aquella violencia del que nunca se escucha.
He preferido darlas al olvido en regalo
y callar sus respuestas en mi oído
despegando en mis labios el mudo aire caliente
de tan solo un quejido, como flauta de fauno.
Quizás las margaritas aún sigan creciendo
a los pies de ese roble encarnado,
pero ya no las veo florecer en mis manos
ni siento sus colores en mi tacto.
Solo son los vacíos los que tienen sentido;
aún guardan la esperanza de llenarse
y mientras tanto los espejos vuelan
en busca de algún rostro
o algún perfil teñido de recuerdos.
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