Todavía no puedo dormir bien y ya me acabé dos cajas grandes de filtrantes de manzanilla. Tampoco he logrado acomodarme bajo estos párpados gastados que flotan entre letras. Peor aún, ni apagándome a propósito dejo de pensar en ti. No hay manera.
Ya me cansé de pretender que tengo un problema irreal, algún trastorno postergado o una queja incompleta. Simplemente no quiero aceptar el hecho de que sigo buscando tu nombre, tu número, tu rostro pixeleado y tu voz en mi pantalla.
¿A qué edad se deja de hacer planes y se empieza a vivir de pura nostalgia? No estoy seguro, pero hay una mirada tuya que se ha colado en una cajita y no sé cómo tratarla, también hay una foto de tu cintura pegada en las paredes de esa misma cajita y una bestia que merodea por aquí y pone la cajita sobre mi almohada.
Tendré que empezar algún texto trivial para evitar esta incorregible forma de extrañarte pero el recuerdo de tu sonrisa en la playa me persigue por toda la orilla y es imposible dejar de lado mi obviedad. Hasta me han reclamado que mi vanguardia siempre va dirigida a tus ojos. Que pésima narrativa.
Sobre mi intransigencia no hay mucho que decir. No me refiero a la intolerancia ni a la falta de empatía como la vegana insoportable o el homófobo que curiosea en la sección gay. Esto se trata del énfasis al capricho de no querer cambiar mi costumbre de escribir sobre ti.
En fin, la hora más larga del día ya no se parece en nada a las dos de la mañana de antes, cuando había química y el insomnio se complementaba. Ahora solo me queda sacudir algunas pesadillas y tender veinte veces mi cama. Tal vez así.
Buena noche.
pues a mi me ha gustado mucho esta narrativa, un saludo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡muchas gracias!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Reblogueó esto en .
Me gustaLe gusta a 1 persona