A quienes se conocieron a sí mismas por primera vez -otra vez-.
Ha sido demasiado el tiempo para conocer mis adentros y repasar los pliegues de mi cuerpo, para contar mis lunares, para descubrir la imperfección, renegar de mis rasgos, perdonarme por ello una y otra vez. Suficiente para encontrar el color avellana en mis ojos y perder la mirada en las manecillas del reloj.
“Ojalá tuviera tiempo…”, me decía a mí misma cuando creía no tenerlo, justo antes de que todo sucediera, cuando todo se congeló.
Fue demasiado tiempo a solas para querer hacer todo, y terminar haciendo nada.
Así de relativo es. Ahora tengo menos tiempo.
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