En la ausencia de un claro momento
que se asemeje al portazo de una puerta
o al color del solitario firmamento
una vez que la Tierra termina su vuelta…
Tuya me pronuncio, lenta
al pensar que aún te necesito,
y que no eres parte de un mito
al que mi imaginación se enfrenta.
Mas siento el dedo que delinea
la curvatura de mi rígido cuello,
y sollozos marrones, como destellos
aquellos lugares que mi piel puntea.
Y cuando tu memoria a mí regresa
se acomoda en mi estómago un lagrimeo,
tan próximo como el vagón que veo
arrancar de mí tu cara, embelesa.
Cuarteada se exhibe la pared, mesa
en el fondo de un corredor aquejumbrado,
y reacia de visitar el jardín, punto prado
que deja en mí una pérdida gruesa.
Tuya me pronuncio, partida y presa
de la melancolía que me invade al hablarte
con la mirada, y con mis letras acariciarte
mientras crímenes cometes, de dignidad lesa.
Y cuando la Tierra por fin termina su vuelta
no es solo el color del solitario firmamento
el que se asemeja al portazo de una puerta;
es la ausencia de un claro momento
en que tuya me pronuncie, muerta.
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