Soy uno solo entre cientos de miles
y tantos miles como de cientos,
solo una gota de agua de lluvia
caída en el océano,
un grano de arena perdido
en la inmensidad del desierto,
una vida loca y una familia
a la que quiero, y a la que cuido.
Soy una oficina con un jefe un tanto estresante
unas facturas que me ahogan
y me hacen pagar a fin de mes,
unos hijos a los que adoro y millones de ilusiones
que pueden o no quedarse en el tintero
si ganan la lucha, mis debilidades.
¿Qué me cuentas tú a mí de “sostenible”
si apenas puedo “salir” y seguir viviendo?
¿Quién eres tú para darnos lecciones
sobre cómo vivir lo que en realidad “merezco”?
Y aquí vengo.
Con este valor que me caracteriza
a hablarte de la responsabilidad compartida
que tienes por el mero hecho de ser humano,
solo por el mero hecho de existir.
Tienes un mundo entero disponible
en un cinismo a todos atribuible,
insensible,
plagado de inconsciencia,
en todo aquello que nos rodea
y que por otro lado paradójicamente
es lo único, que nos hace libres.
Pues no se trata de sobrecargar con acciones
sino de modificar nuestros hábitos
y ser más conscientes,
conocedores,
del impacto que ocasionamos
y aprendiendo a elegir
como ciudadanos,
que aunque como derecho a veces es considerado
es una de nuestras más absurdas debilidades.
Yo solo pido desarrollar la empatía,
que utilicemos todos juntos
y cada vez más unidos, la crítica
a una sociedad a todas luces insostenible
y que arrasa con lo que nos es prestado
en un egoísmo absolutamente infundado
y plagado
de tóxicos estilos de vida
que hacia otro lado solo miran
y se creen dueños de lo que les ha llegado
sin dignarse al menos a haber valorado
aquello que, en definitiva,
es lo que les hace posible vivir.
Soy uno solo entre cientos de miles
y tantos miles como de cientos,
pero la lucha no quedará intacta
mientras sea aún posible
el cambio.
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