Armada de valor, te adentras en las oscuras tierras de aquello a lo que tanto temes.
Una ciénaga llena de posibles peligros,
dolores que queman tu alma y tu piel,
de tristezas,
de rumores y noches en vela.
Lagos creados a base de cristalinas lágrimas.
Árboles de un bosque frondoso que tapan toda luz que te pueda guiar.
Te sientes perdida, fuera de lugar.
Pero quieres hallar lo que muchos han encontrado ya.
Y sigues, buscas,
y tus ansias por acabar encontrando esa felicidad, ese sentimiento que tanto parece aportar,
te juegan malas pasadas.
Encuentras posibles metas donde encontrar aquello que tanto andas buscando.
Pero solo es una faceta, una máscara que oculta la verdadera intención.
Sales de allí, a duras penas, dañada,
casi arrastrándote como puedes
lejos de aquellas bestias que no sabes ni cómo consiguieron engañarte,
engatusarte para poder utilizarte.
Y cuando ya pensabas que todo se venía abajo,
que no merecía la pena luchar por encontrarlo,
ocurre.
Una luz se entrevé en las sombras,
entre esa penumbra que tanto mal te ha causado.
Y esperanzada de pies a cabeza echas a correr,
rezando porque esta vez lo consigas encontrar.
En efecto, allí está.
Ese amor, sano, sin arrebatos ni despedidas,
sin lágrimas ni fuertes sacudidas,
sin esfuerzos hechos en vano ni un objeto en el que te conviertan.
Solo amor, con todo lo que esa simple palabra supone.
Serendipia
Un hallazgo valioso, afortunado e inesperado.
Es decir, tú.
Me ha encantado!
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