Sobre un cuerpo inerte
desagua desprecio la lluvia,
un charco
se forma en su tumba,
prepara un caldo de muerte.
La tierra
se sorbe los jugos,
servido el festín de partida.
Termina ya el ciclo de vida
saciados por fin los presentes.
¿Será la blancura del hueso
acaso el final remitente?
A donde vuelva el recuerdo
y se asiente,
cuando la carne ya esté consumida.
O más bien
su templo ausente
volverá las plegarias fecundas,
devenido
en alma penitente
atado a su última morada.
¿Será la memoria pesada
osamenta de alientos perdidos?
Entonces
dejar que se hunda,
en la gran bastedad de la mente.
Ahora
enterrada a su suerte
mudará sus pieles de desventura.
Y vuelta polvo
será simiente
para los sueños de otros seres.
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