Mi rutina es circular y perfumada,
como una naranja.
Comienza en el llanto exagerado
de un perro, que busca comida o una caricia.
Posteriormente la lectura obligada
y el desdoblamiento del alma.
Como una naranja, percibo la mirada
metálica de algún puñal, cuando me observa.
Y llegan entonces,
las manos bienaventuradas
extirpándome de la parálisis fría.
Y llegan tus ojos,
que conozco de algún lado;
del árbol anterior o del légamo.
Como una naranja, que se recuesta
en lo verde del pasto, te busco en el cielo.
La noche parece un cierre que nos envuelve
diente a diente, verso a verso, irrealmente juntos;
con una cadencia paquidérmica y las pupilas alertas.
La noche, es el lugar donde siempre te encuentro.