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Tú no quieres estar aquí

Su lugar favorito es el asiento trasero de un coche de unos diez años de antigüedad. La que era una reunión es en realidad una fiesta en un barrio que ya conoces. Son las dos de la mañana, sientes un vacío y ves cómo las luces de ese aparato dan vueltas. Cambian de rojo a amarillo, de amarillo a verde, de verde a azul y de azul a violeta. Parpadean, te enrollan, las miras fijamente y nada es lo que parece. El vaso con hielos, un líquido algo transparente que promete seguir alcoholizándote. De tres o cuatro tragos se acaba, te lo rellena una chica que desconoce que no eres lesbiana. Vuelve y te coquetea y empiezas a dudar. Llega ese momento de la fiesta a la que no pensabas ir pero que igual fuiste, en que la gente se besa en los sillones y en la cocina cogen sin cuidado. En el patio es más tranquilo, sales y hace calor, te llega el olor característico de mayo. Hay foquitos colgantes y piensas que es lo único lindo que tiene ese lugar. Todo es horrible partiendo de la forma en que él te ve como su presa. Fugaz e indiferente te dice algo que ya sabes. “Tú no quieres estar aquí”. Te pone triste que él te gane las palabras que tú ya venías pensando desde antes. De igual forma te irás con él, porque con él llegaste. Y sigues bebiendo a sabiendas que mañana te sentirás mal por haber seguido con este juego. El sudor de la gente bailando se vuelve insoportable. Decide irse y llevarte al asiento trasero de un coche de unos diez años de antigüedad.

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