No es una dama.
No viste expectativas
ni vigila sus pasos.
No guarda llaves en sus senos
ni tiene el vientre domado.
No usa perfume,
ni toma vino en copa.
Ella destila buganvilias
que florecen todo el año.
No camina en puntas
ni baila con los hombros.
Su piel es ácida
y pinta sus labios de rojo.
No es pariente de Venus
ni de Afrodita.
Es el fuego del Olimpo
y un huracán en la tierra.
No es una dama,
ni pretende serlo.
Ella se da a luz,
para ser madre,
de su propia vida.
Paulina Santamarina
@apulso_writer
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