La luna ha visto a la noche sectaria,
a esa oscuridad tendenciosa,
detenerse con fanáticas brisas,
con parciales y obcecadas vigilias.
A pesar de moribundas preguntas
que revolotean como un eco:
con obsesión, con celo.
En su designio oscuro,
emplazando el comienzo
de un ignorado, de un incipiente
pero prometedor curso;
ininteligible, perverso…
Símbolo de lo etéreo,
de lo sagrado.
Metáfora de la vida:
nacimiento y muerte,
transformación cíclica.
Renovación.
Pasión.
Sentimiento.
Esto es lo que veo en ella. Ni cuerpo, ni ciencia; solo algo que ilumina nuestra noche; esa que nos envuelve a todos, reflectando indirecta y veladamente de algo que ya dio luz… Ahora le toca a ella. No respiro amor al estar bajo su aura, sino mucho más allá de la ensoñación, de la introspección. Su gravedad, regular y constante, solo me recuerda el firme que piso; ese que todos debemos patear, solos. Hace mucho, la humanidad no tenía dioses; adoraba deidades como la Luna. Un tiempo en que lo sacro y lo divino, sin usar palabra escrita, se pronunciaba en femenino. Las alegorías importan por lo que personifican, por lo que encarnan, porque de ellas surge vida.
Carlos Vera
Blog de Carlos
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Muy bueno, sobre todo me impacta el verso inicial.
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Hermoso poema
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Saludos, bello poema, al recordar esa compañera de luz en nuestra noche: Luna. Muy hermoso.
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