Rasparon hasta el tuétano cuando impactaron,
haciéndote sentir que supurar en la vida es natural.
Del malestar por sus pústulas hasta el placer cuando pican.
Aferrado a ellas cuando no queda alegría.
Y las recuerdas una a una antes de hallar la salida.
Las lavaste con salitre esperando solución.
Pero el suero con el que las mimas
fue el océano que te inundó.
Surfeando una tormenta de problemas
por el que no viste tierra seca.
Mientras sanaban sus filos poco a poco apareció
la primera que te dijo que serías más fuerte
que todo aquello que una vez dolió.
Rasparon hasta el alma ya que el tuétano se jubiló.
Pero ahora te sabe a gloria traspasar las barreras
de tanto miedo e indecisión.
Supuraron y supuraron hasta que tocó sanar.
Con la resilencia hiciste la venda y sólo queda luchar.
Agradécele al dolor haber pisado caminos de cristal descalzo,
pues lo que antes era carne débil hoy son pasos de adamantium.
La pus que gritaba tras la piel quejumbrosa es tu fortaleza.
Cayó la costra. Nacieron las marcas. Mil señales
que son patria y bandera. Las cicatrices de la realeza.
May Olivares
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