2 minutos

Trayecto

Sale del trabajo. Su turno ha terminado. Se despide de los dos compañeros que marchan en dirección opuesta y camina hacia la boca del metro, preparado para ser engullido una noche más por la masa uniforme, pero compacta, de los que vuelven al hogar. Las tropas se alinean una por una delante de los revisores electrónicos, que comprueban las tarjetas de identificación iguales para cada individuo antes de dejarles traspasar la entrada al andén. Allí, cada recluta se encuentra absorbido en una diferente actividad para abstraerse del peso prolongado de la jornada, ya sea escuchando himnos, revisando las últimas actividades de los héroes olímpicos internacionales, perdidos en universos alternativos o manteniendo conversaciones con demasiada o demasiada poca sal.

Los caballos que tiran del carro metálico relinchan al detenerse en el andén, y los pasajeros abordan o descienden del vehículo inconscientemente, la voluntad fija en otro objetivo mayor. Embutidos ya todos, se cierran las puertas. Las únicas jerarquías dominantes correspondientes a los tronos son el del orden de llegada y la presión social empática, que reviste con los mismos trajes al honesto y al enfurruñado que ceden su puesto a aquellos que realmente lo necesitan. Las tropas se renuevan, permeándose en combinaciones infinitas de colores, a medida que el tren recorre las diferentes estaciones de destino. Hay murmullos en unos vagones, estruendo en otros y en los más excepcionales un silencio sepulcral, sin que predomine una melodía común al conjunto del conglomerado.

Finalmente, los últimos viajeros se apean del transporte, dejándolo vacío hasta el siguiente día. Las escaleras mágicas, tan comunes, los elevan fuera del mundo subterráneo, arrastrando espalda tras espalda coronadas por diferentes cabelleras que consiguen camuflar la impaciencia de colocar el punto final al trayecto. Dejar atrás otro día más. Apenas hay conciencia del viaje compartido, ahogado en la insensibilidad de la rutina. Todos en el mismo cajetín, pese a las direcciones, en último término, diferentes. Es una procesión. Un ritmo. Un trance. Una, y otra, y otra vez.

Bucur
Una caja con letras
Leer sus escritos

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Entradas relacionadas

A %d blogueros les gusta esto: