Tengo a mi lado un gorrión pardo enjaulado,
este pequeño me acompaña cada noche que escribo,
le cuento mis poemas y él los canta amarillo
y así son mis días junto a su lado.
Al gorrión pardo le encanta aprenderse mis versos,
cada vez que entona uno más chilla distorsionado;
su canto longevo radica en un torcimiento inmerso
de memorias, amores, muertes y pecados.
Al principio el gorrión era risueño y pardo,
con el tiempo se fue descolorando y amargando:
de café pasó a trigo, de caramelo a blanco,
de tu canto jovial quedan recuerdos enfermados.
Todo esto es mi culpa: te compadezco, te mato.
Sé que tú me inhalas cuando exhalo
y cuando me voy, tú descansas encarcelado.
Sé que ahora escupes cacofonías y yo escribo opaco.

David V. Morales
@davidvmorales
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