El campo de mis versos está fértil de silencio:
Por cada “te extraño” que no pronuncié
un poema se fugó. Y se hizo rama.
De su tronco retorcido nació este olivo.
Es el árbol de mis secretos.
Donde cada fruto es una galleta de la fortuna
esperando a ser recolectada.
Molida y prensada.
Hasta que de mi sangre
un aceite de emociones recorra tu garganta.
Omega 3 palpitante.
De mi savia hasta tu boca
por cada caricia que a la nada di.
Espera la corteza cada invierno
a que alguien tenga el valor de abrazar
sus ásperas capas
hasta liberar a este alma
que yace aquí guardada.

May Olivares
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