Copioso el día de rebosante enigma.
Rodeado de manchas en un mundo
que, entonces, fue limpio
y que podría, de nuevo, volverlo a ser.
Si se lo consentimos.
Recobrando risas que perdieron la fe.
Ríos que en mares no desembocan
van marcando nuestros caminos.
Traspasamos umbrales, diversas puertas.
Nuestro ritmo firme y trémulo, a la vez.
Tratamos de cerrar de golpe cancelas
con un portazo a nuestro paso.
Intentamos revivir el aroma
que recuerda, que comporta…
Intentamos revivir gozos ya pasados;
de repente, transportados.
Paramos. Andamos.
Largas veredas con piedras
que pueden desgarrar carnes
a gentes que caminan descalzas,
a tientas, a rastras, por ellas.
¿Próximo el fin de una ruta improvisada?
Grietas en baldosas silenciosas que,
desde el suelo observan
pisadas, zancadas, huellas.
Perspectiva cambiante;
de rostro benigna, en su castidad
-e inmundicia…-
De repente, sin más, una nube,
por brisas y viento mecida;
sin rumbo, por firmamento.
Aire que en ráfaga viaja para
así llevarse, ilusa, su masa.
Miedo y consuelo.
Se observa detrás la Luna
iluminando la arena.
Mediodía sin sol al filo de frontera.
De tiempo abismos que
parecen alargarse siglos.
Insomnes, aguardando -rayanos de borde-
cantos en cavernas con sus neblinas;
mas bendita sea la bruma
cuando la niebla acecha la colina.
No hay sostén claro.
Sin poste claro: veletas,
con sus idas y venidas.
Vigas que cuelgan, tendidas, del techo.
Su importancia delatada por el polvo
que cae de sus astillas.
Muelles entre ángulos y planos paralelos
sin saber que algún día
se desgastará su hierro…
Sin aviso, sin tiempo.
Vetusto pedestal -sin nombre-
nos sujeta, nos alienta.
En el aire se mantiene, pero este lapso,
paciente, desgasta y no cede.
¿A qué espera?
Observamos confines en tinieblas,
horizontes inciertos, lejanas perspectivas.
Vislumbramos preludio de posible ocaso.
Veleidad de almas que no se aferran,
que nunca atan, que nunca dejan
a pesar del reflejo de un centro vacío.
¿Hasta cuándo?
Hastío.

Carlos Vera
Blog de Carlos
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