Hoy, se refugia mi conciencia
de un clamor vibrante,
de un éxtasis masivo.
No siempre me seducen los compases,
ni me inundan emociones,
por más que retiemblen los tambores,
en mi pecho como caja de sonido.
Estas luces no encandilan con su gama de colores,
ni hay siluetas que me inviten a seguirlas por la pista.
Solo el humo que se esparce lento,
invade el cuarto y mis pulmones;
despertando un alma distraída,
embriagando al corazón renuente.
¡Que venga!
Si la niebla envuelve esencias,
las libera de ataduras.
¡Que venga!
Y difumine mi existencia,
para volverla anónima.
¡Que venga!
Pa’ desinhibir a gusto
pasos que me guardo aquí sentado.
¡Que venga!
Para unirme a aquel disfrute
sin temor a algún pecado.

Francisco R. Garcisán
@frgarcisan
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