Ya se han vaciado mis ojos de agua.
Quedan en las mejillas ramblas,
como cicatrices de sus desbordes.
Lavando mis desdenes,
se agotaron manantiales.
Esperando lluvia nueva
que rellenara mis latidos,
se volvieron cuencas muertas
sus luceros juveniles.
A veces, una nube amaga
con soltarme un poco de cariño.
Rocía con su perfume petricor al viento,
endulza con sus truenos mis oídos.
Luego se dispersa.
¡¿A dónde va?!
Un golpe más al alma
resquebraja todo de mi tierra seca,
pero de estos pozos no se saca ya una lágrima.
Si acaso escapa por sus grietas
un suspiro polvoriento.

Francisco R. Garcisán
@frgarcisan
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