Llueve en otras ciudades
y es el mundo el que se moja.
Llueve. Diluvia el cielo.
En mi calle cae agua
y riega los campos secos.
En sus avenidas, misiles
diluvian secando el pasto verde.
¡Corren!
Corren padres, madres e hijos.
En mi barrio juegan. En su barrio:
Guerra.
Dijo uno de los huérfanos:
juguemos al pilla pilla
en el vagón del metro.
Así juegan las ratas
buscando basura a las diez.
El oso ha llegado hasta sus casas,
que no es la mía. Y ahora, las siento.
La hibernación ha terminado
y no le bastó con la comida
que los mercaderes dejaron de reclamo.
El oso ha despertado
y tocará a las puertas de mi casa
si los domadores del circo
henchido en oro bañado de sangre
no cesan en su idea de alimentar al insaciable.
Y cuando llegué, lloverá.
Y viviré la lluvia que vivieron mis hermanos
en otras ciudades,
en otros barrios.
Que ya no llamaré más otros
… sino míos.

May Olivares
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