Desde que la competitividad y el egocentrismo se han consolidado como parte del funcionamiento de la sociedad, el menosprecio hacia los valores universales como el respeto, no deja de crecer. A pesar de que conseguir una sociedad basada en el respeto mutuo, se ha considerado a lo largo de la historia un desafío de prudencia en el arte de gobernar, conseguirlo no está entre las prioridades de la clase política.
Parecía que con la llegada del relativismo y más tarde del posmodernismo, la tendencia era mejorar en materia de diversidad, ya que la sociedad occidental se había visto forzada durante mucho tiempo a adherirse incondicionalmente a una única verdad. Sin embargo, la aceptación de cualquier opinión sin necesidad de justificarla razonadamente, evidencia que el objetivo no es el respeto al pluralismo, si no que es consecuencia de un interés individual (incluso casual) y que por tanto, no es considerado un deber social, si no una opción, quedando obligados a “respetar” lo intolerable, a soportar la desfachatez de quién vive sin plantearse las consecuencias de sus actos, o peor aún, siendo consciente y actuando igualmente.
El respeto es, por su excepcionalidad, fácil de elogiar, difícil de practicar y complicado de explicar. Más allá de la tolerancia y de lo normativo, respetar exige una intención positiva, cierta deferencia, la dignificación del ser humano y por supuesto, implica un esfuerzo. Ser respetuoso se ha convertido en una cualidad tan poco habitual que si existe se percibe al instante. Es nadar a contracorriente en una sociedad en la que expresiones como “por favor”, “disculpe” o “muchas gracias” son cada vez menos frecuentes, a pesar de abrirnos muchas de las puertas a las que llamaremos a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, el problema de la falta de respeto trasciende los modales, con comportamientos que demuestran una indiferencia tal, que no se entiende a la otra persona como un ser integral cuya existencia importa. La falta de empatía en una sociedad que no se conmociona con el daño que sufren los colectivos o individuos a los que se les falta al respeto, es un problema de vital importancia que debe mantenernos alerta, porque si el respeto termina desapareciendo, estaremos abocados al absurdo como sociedad.

Aránzazu García-Quijada G.
@ari.gqg
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