la quería y todo, pero la hija de puta no me dejaba dormir. por eso la maté. le dije al juez que se ahorrara lo del juicio, que me mandara a vacacionar por 10, 15 años. a decir verdad, estaba harto de la sociedad, de su suciedad. ahora, en este lugar, padezco menos de asco, puedo conciliar el sueño y no tengo que trabajar como una acémila, como otrora. eso sí, he tenido que ponerme en forma, en un abrir y cerrar de ojos, para defenderme de los buitres de este sitio, pues la cárcel no es más que otra noción, no es más que otra condenada nación: con su origen vergonzoso y sus leyes arcaicas y su propia aciaga concepción del tiempo, de la justicia. aquí, a lo hamlet, o das tú los palos o te los dan a ti. sencilla ecuación para un zángano como yo. del mundo, solo echo de menos de cuando en cuando, cuando las papas queman, el bate con que la maté. tenerlo me hubiera caído de perillas. me lo había firmado mi jugador favorito: el torpedero omar vizquel. el hijo de puta era un mago con el guante.

c. a. campos
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