Por la gloria de quererte en el ahora
y sentir que tú también me quieres,
anhelo nuestra próxima reunión.
Ha pasado casi un siglo
disfrazado de semana
y yo tengo tantas ganas de estar contigo,
que al cerrar los ojos,
sueño despierto que aquí estás.
No demores más.
Es tan grande mi deseo
de sentir tu compañía,
que revivo a todas horas
nuestra última salida
para hacer menos castigo
esta espera atravesada.
Quisiera saltar los días,
pedirle a los relojes que anden más a prisa.
Usar de puente sus manecillas,
contagiarles este apuro
de salvar cualquier distancia entre tú y yo.
Tengo la intención
de llegar a nuestra cita
y pausar el tiempo,
congelar tu belleza, volverla infinita.
De guardar el sabor de tus labios
para cuando me haga falta un beso tuyo y estés lejos.
Aunque ya me he dado cuenta,
de que no hay recuerdo cercano
a sentir en carne viva tus caricias,
a escucharte al oído,
a apretar tu cintura.
Mientras tanto,
habito en la ironía de querer volver eternos los instantes,
que más bien se vuelven breves,
en vez de dilatarse cuando son más fuertes mis latidos.
Acércate, siéntate a mi lado.
Tan sólo déjame soltar estos impulsos de abrazarte,
y entre besos intercalados,
recitar las hojas que brotaron de la espera.
Francisco R. Garcisán
@frgarcisan
Leer sus escritos