¿Va a venir con nosotros? Dice aquel amigo que reúne a los amigos. A veces es bueno imponerse. Decir no cuando se debe. Listo, pues, digo vencido. Finalmente sí hay ganas de salir. Bajo en chanclas y pantaloneta, pues será solo un momento, y en pocos minutos volveré a mi escritorio: estar un rato en el parqueadero, escuchar música en el auto mientras las esencias artificiales comulgan con el aire de la noche. Cierra la puerta, dice David, el conductor ¿A dónde vamos? Pregunto. Solo fue cerrar la puerta del copiloto para que David y Emanuel dijeran en coro: a Bello. Es decir, una travesía que nos llevará de sur a norte, de extremo a extremo del valle que habitamos. Es un viaje en toda la amplitud de la palabra. En el recorrido (de aproximadamente 1 hora), dos individuos más se unen al viaje.
Nos detenemos en la casa de No Me Acuerdo ¿Quieren entrar mientras? No gracias, y las voces corean nuevamente. ¿Listo, entonces a dónde vamos? Hay un bar muy bueno por aquí, dice No Me Acuerdo. Ya adentro continua diciendo que hay otro bar, no muy cerca de aquí, donde un man con aspecto de abuelo nórdico te sirve la cerveza deslizando la copa con tal fuerza, que es imposible no regar casi la mitad. Se dice que el que no riegue ni una sola gota, tiene la satisfacción de tomar otra copa gratis. Hasta el momento, nadie lo ha logrado. Después de tomarnos nuestras “vikingas” (cerveza saborizada en vaso largo), llega el momento de pagar ¡¿Por qué no me habré quedado en casa, por qué no me quedé en el calor de mi hogar escribiendo y puliendo mi análisis sobre Eustasio Rivera! Mi billete de 20 mil pesos colombianos se pierde en ese piso de piedras y tierra fría; seguramente alguien ya lo ha recogido y hará buen uso de ese Lopez Michelsen. Solo me queda pagar con monedas. Ahh, qué fría está la noche, tanto que empieza a granizar.
¿No me vas a poneh a contah monedas? Dice El Negro, pues ya sin el billete, solo me queda recurrir a las monedas. Estas tierras frías me han derrotado. Sin embargo, reconozco que el volver aquí no me resulta un disparate. Por ahora, solo queda volver. Vámonoh rápido, ustedes saben que más tarde empiezan a dah bala por acá. Dice El Negro entre la risa y la sabiduría.

Daniel Esteban Aguirre
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