Eras mar en calma,
ahora, mar picado.
Tu cólera hace espuma
a cada golpe de ola,
mi piel enrojecida
se empapa con tus lágrimas.
Su baño helado hiere
rasga el alma la arena,
el choque de tu oleaje
aturde y me castiga,
su estruendo cala hondo
es un reclamo airado.
Huyen las gaviotas
viene la tempestad.
Pronta tu alta marea
todo a su paso engulle,
no deja en pie una palma,
ni de la playa un tramo.
Me arrancas de la orilla
acojo mi destino,
arrástrame sin piedad
revuelto entre despojos.
Me pesa ser la causa
que turba tu agua quieta.
Te entrego al fin mi cuerpo,
es ofrenda de paz.
Desfoga en él tus ráfagas
hasta volverlas brisa.
¡Vuelve ahora paraíso!
La ira conmigo se ahoga.
Francisco R. Garcisán
@frgarcisan
Leer sus escritos