Es extraño y familiar:
Cada vez que el vaho del baño
se transforma en niebla, aparece.
Quizás, cada medio año
las gotas de agua se convierten en brasas
que recorren mis senos.
Mi rostro se difumina en el espejo.
Es en ese instante que lo veo.
Me acerco hasta el reflejo:
Húmedo, silencioso.
Lo acaricio con los dedos
tan suyos y tan míos.
Es de nuevo el salvaje
y su cuerpo difuso.
Nítida verdad en mis recuerdos
sugiriendo formas de mujer.
El vapor desaparece.
Ya no hay cristales empañados
y solo quedo yo.
Es mi cuerpo el que veo,
y un presente.
Cinco minutos pasé abrigada con su piel.
Y lo abrazo y lo acepto a partes iguales
en la más absoluta desnudez.
May Olivares
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