El viento todo en manos claras,
enmarañado, con el ave que pita
y el siseo huracanado.
Todo el viento, lo vi en tus manos.
Y luego la tierra, ancha como una ballena,
ancha como el ojo naranja de un volcán;
se precipitaba a tus dedos y a tus palmas.
Y luego la tierra, colmada de malezas,
o de lo que obligue a tus manos
a acariciar el barro.
¿Cuántos cultivos te separan de mí?
Me acurruco en el punto más austral de mi casa,
dibujando en la tierra, tus ojos cerrados.

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