Te esperaré en
la sombra proscrita
de la oscura noche
y vacías estrellas.
Te esperaré cuando
la libertad indigna
se erija más allá
de las tinieblas.
Por ahora toca habitar
con uno mismo,
sin esperar, ilusos,
designio alguno.
Por ahora toca parar,
hibernar, quedarse inerte;
hacerse bucle -y coraza-
en tu propia mente.
Ya está, no hay más.
Solo subsistir entre
angustias, dagas
y tenazas. Respirar.
Navegar, ingenuos,
el mar de los sueños;
del conjunto entero y sus
migajas recompuestas.
Regado y mecido
por halos de luces
en un horizonte
que no veo ni atisbo.
Buscando objetivos
a absurdos matojos
que empañan, ensucian
rumbos y sentidos.

Carlos Vera
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