1 minuto

Pluma estilográfica sobre guantes negros

El tren con destino a Cracovia salió del andén media hora tarde. Una espesa capa de bruma apretaba los raíles. Apoyé la cabeza sobre el cristal. La conversación con el paisaje se sucedía en un negro monótono. El vagón sonámbulo solo era interrumpido por una pluma Lamy que rasgaba el papel. Giré mi cuerpo y abrí las pestañas al hombre de manos enguantadas de cuero negro. Los ojos se me partieron. La misma pluma, los mismos guantes. Me erguí para verle mejor. Tenía el pelo oscuro entrecano y la barba recortada. El sonido de la tinta y la hoja vagaban con un eco por las paredes del tren, que vibraba conmovido por la velocidad. Cogí el bolso y el abrigo, pero no me separé del respaldo. Le miré de soslayo. Había dejado la pluma sobre la mesa y el papel desnudo y frío. Sus dedos grandes se estiraban y contraían sobre la página. La mano izquierda comenzó a desnudar la derecha. El cuero se deshizo frágil entre los dedos fuertes y poco a poco amaneció una palma robusta. Después vino la izquierda. Fue rápido y certero, casi un tirón amargo que rasgó el aire. La respiración me creció en el pecho a un ritmo salvaje. No sabía cuándo había comenzado a aferrarme al abrigo y al bolso. En mi mirada coagulada, solo existían aquellos guantes de cuero negro que le regalé. Su figura altiva se interpuso entre mi pensamiento y la luz vacía del tren. Dejó un papel blanco destripado sobre la mesa con una palabra escrita: ven. Fui.

Elisenda Romano
@elisenda.romano
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