La imaginación no pudo salvarnos.
Lo que la realidad no concibió
fue el juego de engaños.
Riendo y callando,
llorábamos los muros secretos
pobremente resguardados.
«Tan poca vida para andar ocultando»,
revelábamos cada mañana
en la contradicción de quitarle al silencio
con más eclipses su velo.
Tú removías las tierras
y yo las soplaba hasta esparcir la arena.
No se sabía quién volaba
ni quién se sumergía en ese tormento.
Le alquilábamos al tiempo una laguna
para concederle al olvido una memoria
que líquidamente conquistaba las horas.
Levantábamos fogatas de ira demorada,
ya las sangres quemaban lo mismo
que la andanza en puntillas de extremidades tensionadas.
Nos vimos como iguales
en la opacidad de un deseo.
No hay un más allá tras un cielo negro,
la mirada se despierta en otro sueño.
Abiertas todas las ventanas
y cerradas todas las puertas,
despido a la avidez del eco
con las ondas de la sombra de un anhelo.

Marianela Garrido
@marianela.1l1
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