En cuarentena.
A través de la ventana.
Semidesnudo observo
una tormenta de primavera.
Los verdes tejados resbalan.
Los balcones lloran goteras.
Los vecinos corren como balas
a oler el petricor.
Pólvora que regenera.
Rojiamarilla ondea una bandera
calada de súbito por gotas
de sanación,
purga, libertad, veraneo y diversión.
Un coche irrumpe enervando su cólera.
Curvando la esquina, cauteloso.
Ella lo advierte y acelera
como la popo tras un extranjero.
Sobran palabras para un cielo sordo.
Leal a quien lo alaba cual lucero.
Traicionero para el morboso
que observa rencoroso tras su encierro.
Hoy es otro día provechoso,
aunque los hechos no lo prueban.
Los palmeos mitigan a seres de dichos que
desdichados y en secreto ruedan.
Y juegan y ruegan.
Llueve leve en su tez nívea.
No hay Nivea que inhiba
los sueños deshidratados de la plebe,
que muere de sequía al ver las nubes.
Aplaudan, salten, sonrían.
Niños Cum Laude esnifan artillería.
Pero remite el virus y eso alegra
a todo ignorante que en vano aún cree en la vida.