Cómo puedo entenderte, humanidad,
mitad mía que en sus cotidianas gestas
o bien florece
o se empobrece;
sin yo poder rozar las fluctuaciones
del aire que tus pulmones
acumulan en la gravedad de mi vientre,
como una marea henchida.
No entiendo de dónde proviene el pasar de tus palabras
y tal vez por eso repaso el devenir de las mías,
partículas de viento que como palomas mensajeras
transportan en sus alas las plumas que acarician
los centros donde se advierte la ebullición
que ningún frío detiene;
vapor de revoluciones.
Si recorro tus pasos,
sé que tropiezo.
Mis derechas inversas
e izquierdas siniestras
tus dimensiones entrecruzan
y las coordenadas se descubren deslocalizadas.
Es la condena de quien preserva tus mapas.
Pero es tu alma individual
la que conmueve mis procedimientos:
la risa de los niños,
los abrazos de las madres,
las palabras de los padres
y lo mtormentos de los amigos;
los acuerdos secretos entre desconocidos
y la mirada de un anhelo que toma la forma de un rostro,
protegido siempre en el recuerdo
de la amenaza del pensamiento
que olvida que renació del mismo sentimiento
que argumenta todos sus derroteros.
No me sitúo en el meollo de tu asunto,
navego las periferias y extiendo los bordes
cada que alguna pregunta me formula un deseo.
Me deslizo y observo.
Me separo y converso.
El suspiro del tiempo me pide que regrese al juego,
sus manecillas apuntarán eternamente al ser humano;
replico en ráfagas la búsqueda de mis fichas.
Esta partida parece que nunca empieza
cada que termina.
Mis manos ya no ocultan nada,
cuanto han sido subversivas.
Ese es mi as bajo la manga,
una verdad que cristaliza.

Marianela Garrido
@marianela.1l1
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