Te despiertas de madrugada, bostezas
y te estiras con movimientos de gata
buscando a tientas en la mesilla
esa pequeña sonrisa que se dibuja en tus labios
mientras yo te respiro,
te bebo
y beso tu espalda soñando
que esto no es un sueño.
Entonces despliegas tus alas
y emprendes el vuelo hacia lo más alto
dejando atrás tu cuerpo
dormido junto al mío.
Te hago cosquillas
y tu risa cae como granizo sobre nuestra cama,
sin apenas alcanzarnos,
pues juntos volamos tan alto
que estamos secos,
empapados de deseo en una orilla del cielo
donde las estrellas de mar miran a sus hermanas celestes
pensando que nunca podrán brillar como ellas.
Pero tú coges una,
juegas con ella entre tus dedos
y la lanzas como si fuera una canica de hielo
que brilla más que las demás.
Cae sobre nuestros cuerpos desnudos
mientras nos besamos
y tú piensas que cada caricia es un cometa
que te roza al pasar.
Juntos hacemos que lluevan cuando jugamos a lanzarlas
como si fueran confeti sideral
y la noche se instala en nuestra habitación
mientras la luna nos mira curiosa por la ventana.
«Son dos locos»,
piensa,
pero no se da cuenta de que tu sonrisa
y la mía
forman una sola cuando me besas en medio de la tormenta
y lluevo dentro de ti.
Contigo soy principiante
en esto del amor
pero aprendo con gusto cada cosa que me enseñas
porque siento que esta vez
sí merece la pena prestar atención en clase,
aunque a veces me quede dormido
y sueñe
que esto no es un sueño.

Daniel Mustieles
@daniel.mustieles
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