Perdóname, si no sé arrancar las palabras
que guardo en lo más profundo del ser.
No es que no quisiera soltarlas,
es que me acostumbré a morir en vida
y ya no sé existir sintiendo.
Tirana soy de la libertad de expresión
que batalla en mi pecho.
Y las palabras, guerreras,
se aferran a mi garganta.
como el chicle sucio pegado a la calzada.
Y aprietan mi cuello. El muro henchido.
Y bajan al inframundo.
Donde tú no escuchas.
Yo, que me declaro culpable
de no saber cómo digo lo que nunca digo.
El juicio final serán mis ojos
gritando que no sé querer a tiro limpio.
Sin manchas ni heridos.
El desastre de la escena del crimen
que yace en mi pecho
con sábanas de sangre impregnadas de la tinta
de estos versos de cama.
Y las paredes, mis libretas,
con las que moldeo mis sentimientos
hasta esculpir tu cara muda.
Línea a línea. Letra a letra
tejo la capa con la que te cuido
sin que lo sepas. Dulce condena.
En silencio firme, pero sincero.
Tú, muerta en la realidad
de este homicidio a un par de manos
que nunca se entrelazaron.
Solo el papel hará de testigo:
Por si quiere saber qué pienso
cuando cumpliendo la pena
que yace en mi censura, te describo.
May Olivares
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