La última pieza se posa en la mesa
cubierta de luz fundida en la crema.
Los platos exhiben gloria suprema,
del entrante al postre todo es promesa:
crujiente, salado, romero y fresa.
Los sentidos bailan frente a este esquema,
salivan versos, huelen a poema,
y hacen cosquillas de mano traviesa.
Pero entonces se escucha a la razón:
«¿Y el qué dirán, tu cuerpo, tu figura,
tu peso, tu finura, tu bastión!»
… Lástima que estén a la misma altura
jueces de buena y mala reflexión
al juzgar el comer y su cultura.
Pablo Fernández de Salas
particulasdepoesia.com
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