Esclava de tu nombre
atada a la muñeca te busco,
descorro las cortinas de la pequeña
ventana y tras de ella el jardín verde
mas, son tus sombras lo que encuentro:
tu sombra con sombrero,
tu sombra en bicicleta,
infantil, tu sombra,
frágil, tu sombra,
tu sombra es adulta,
tu sombra es extensa,
y te me confundes, entre las hojas
del cedro rígido y centenario.
Te me escapas, entre un gentío
que no lleva tu rostro
ni tus muecas ni tu mirada celeste
ni tu robusta imaginación ni tu capacidad para el amor.
Lo que se ausenta es una sombra,
lo que desaparece es luz,
y tú eres solo sombra
que al querer agarrarla se vuelve una luz.
¡Oh, es terrible! Has desaparecido de mi vista
y allí donde dabas sombra, ya no estás;
de tu brisa, de tu olor,
de lo profundo del cuerpo:
el alma, soy esclava;
del fondo marino
misterio bajo la regia barca,
son mis náufragos en la orilla…
Y mis manos se enredan entre el musgo,
creen poder tocar tu pelo,
y bajo las sábanas desesperada en un intento
de agitar las piernas para aprender a nadar
en el vacío, donde no toco pies,
donde no toco roca a la que abrazarme.
Lo que no hiciste es un abismo sobre el que caigo
y arribo a ti, a mí misma. Y tan rabiosa me suspiras
que un rotundo golpe, es lo único que nos hará despertar,
porque solo somos sin saber sin recordar
quiénes fuimos y quiénes seremos,
tú, tú, esas letras que al pronunciarlas
dicen: tú,
yo,
mi nombre.
Miriam González
@mer_adonai
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