No todas las palabras
pesan lo mismo.
Si digo por ejemplo:
«lo espeso de tu ausencia
cargaba cuervos y tinieblas».
El verso cae como un ancla,
de plomo, a medio oxidar.
En cambio,
al rememorar tu boca, al describir tu boca;
si de pronto, arráncome el pecho,
y con el impulso te recito,
el verso o palabra o estrofa;
tendrán consigo,
la cadencia de una pluma.
La mía, cuando escribo o
vuelo, sobre el papel.
No todas las palabras
pesan lo mismo.
Cuando pienso en tu piel
me desplomo en la tinta,
y quedo, casi arraigado,
a lo que no puedo decir.
El relámpago previo,
a un recuerdo tuyo,
no creo que supere,
los veintiún gramos.