Mutilaron los sentimientos:
la alegría decapitada y el éxtasis sin brazos,
la lujuria sin gónadas y el amor sin corazón,
la ilusión sin piernas y los ojos sin pasión.
Y se apoderaron de las almas,
como árboles talados para alimentar el fuego.
Calcinaron la familia y nos regaron con miedo.
Crecimos entre horas muertas y desasosiego.
Sin un destinatario para nuestros ruegos.
¡Drogaos! ¡Creeos fabulosos y fantásticos!
Reos de una verdad sin escrúpulos.
Cerebros plásticos moldeados con químicos.
Escucho las voces de espíritus entrópicos.
Así soy, siempre simbólico.
Hoy sin boli, con mis pulgares supersónicos.
Supe el motivo de la fuga,
deserté con un propósito,
y desperté en la isla de cristal sin objetivo.
Truman no teme al mar sino al recuerdo.
En mi cuerpo una llovizna que no llega a calar.
El “ojalá” y el “ya veremos”,
o el “si acaso, luego”.
El dinero ayudaría a perpetuar la felicidad.
Disfruto del aburrimiento sin deseos materiales.
La puesta de sol no me cobra aranceles.
Amaneceres tiñen de negro los matorrales.
Hongos lograron que mi mente se desvele.
Yo un chamán predestinado por mi sendero.
Curioso que creciera en la calle «Los Santeros».
Curando adicciones y tapando agujeros.
Trabajando el campo y cuidando a los que quiero.
Me he desentendido del trastorno generacional,
para experimentar el conocimiento ancestral.
Me da mucha pereza tener contacto social.
Las antípodas de mi mente son un lugar ideal.
En las redes solo hay competencia y apariencia.
La novedad, la productividad, la decadencia.
No tengo paciencia para la ignorancia.
Mi meta es fomentar el renacer de la conciencia.
El criterio silencioso entre tanto griterío.
El misterio intrínseco al uso del raciocinio.
Busca la verdad y no un nimio autoengaño.
Pese a la consciencia sigues siendo un simio.