Amarilla, la tarde,
me recibe sin preguntar de dónde vengo.
Su brazos largos no alcanzan a abrazar a las montañas del otro lado,
las que me sugieren el viaje hacia la lejanía,
las que me dicen que, si las escalase, en alguna parte suya, entretejida con la naturaleza tupida, encontraría una casa pintada a blanco y rojo
hecha para mí.
La casa tiene un balcón y enfrentado al balcón hay un abismo,
me dicen.
Detrás del abismo hay una cascada inalcanzable para Naranja, la mañana..
La cascada es movimiento perpetuo. Y, si llegare yo hasta allá,
ya no podría ya dejar de oír el retumbar
del eterno camino de regreso.

Lina M. Betancourt
linabetancourt.com
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