He cruzado océanos de fuego
hasta derretir mi piel en las brasas.
A menos diez grados por este invierno
carcomido y prendido las llamas
de mis infiernos.
He sido el saco de boxeo
más codiciado. Golpe a golpe.
Una tras otra. Y ya van doce.
Puede que mil
las veces que otorgue poder a los demonios
de volcar su ego en mí.
Pero guerrera pacífica soy.
Y aquí estoy:
En los huesos. Pero viva.
Tengo el alma recién cosida
entre hilos de titanio.
De luciérnagas es mi esqueleto cardiaco
que en la noche se transforma.
Y brilla.
He cruzado el inframundo
con las venas en carne viva.
para acariciar a Lucifer y susurrarle al oído:
«Por mucho que me mandes a tus hijos
de entre los vivos,
nunca, jamás, podrás conmigo».

May Olivares
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