A Agustina
Empezaba a apuntar el sol
en tus tardes.
Las mías, un mar de neblina.
A ciegas, te oí
abrir la ventana,
renovar el aire,
cambiar el silencio
por las palabras.
Aprendí pronto
a tararear tu risa,
me salvaste.
No sabría decirte
si por negada u optimista
poco me importa ya
quién pintó tus cicatrices.
Sabe el cosmos
que estaré el tiempo
que sea necesario
(y vital)
abrazando a esa niña,
caminando a la par
de la mujer que hoy sos,
celebrando cada vez,
como quien vuelve a nacer,
cada nuevo comienzo.
Y maternar el dolor
y verlo crecer
y echarlo a patadas
en el momento propicio.
Salvarnos
porque vos y yo
sabemos que
al final lo que salva
no es el amor
sino lo que el amor
inventó para nosotras.

Coti Molina
@cotimolgo
Leer sus escritos
Deja una respuesta