Las hijas de Hestia
Descansan junto al leño.
Se regocijan en el calor del hogar;
Sanas y salvas vegetan
Y florecen en su hábitat.
Una pequeña choza
Se vuelve palacio
Si una hija de Hestia
Posa la desnuda planta de sus pies
Y decide edificar sobre el desierto.
Las hijas de Hestia
Son un hogar en sí.
Llevan entre sus pechos
Un refugio que late
A cuestas del traqueteo
De su sangre divina y condescendiente.
Sus manos amasan el alimento,
Limpian el lecho,
Exploran la tierra.
Encuentran la salud
En el obrar cotidiano y simple.
Las hijas de Hestia no pertenecemos a nadie.
Y sin embargo, el mundo es nuestro
A cuestas de nuestro candor.
No somos ángeles,
Somos hijas de Hestia:
Vela por nosotras el antiquísimo fuego sereno.
Susurran sus llamas los secretos
De la sustancia del mundo.
Sólo las hijas de Hestia
Guardamos en nuestras caderas
Brasas capaces de calcinar
Al invasor;
Y un lecho de pétalos preparado
Para cobijar el llanto de la estirpe.

Dorita Páez Giménez
@mariadoritapg
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